ALBERT DUAIGÜES (Fundador y CEO de RAWDATA)
La agricultura, además de ser la columna vertebral de nuestro suministro alimentario, es también un equilibrio con la naturaleza y sus recursos. En este equilibrio, el agua juega un papel principal, y su relevancia crece en una era marcada por la volatilidad del clima y los desafíos medioambientales.
Un dato que no podemos olvidar es que cerca del 70% del agua dulce global está al servicio de la agricultura y, en consecuencia, de nuestra alimentación. Esta cifra destaca tanto la vitalidad del sector agrícola como el mandato imperativo de gestionar este recurso con inteligencia y previsión.
Los efectos palpables del cambio climático, como las sequías extremas que hemos vivido este 2023, las precipitaciones erráticas y las temperaturas extremas, han llevado al sector agrícola a un punto de inflexión. Esta realidad resalta más que nunca la necesidad de adaptación y cambio, y la tecnología es uno de los clavos a los que nos agarrarnos.
Las soluciones agrotecnológicas actuales ofrecen una respuesta viable económicamente y rápida de adoptar para enfrentar estos desafíos: desde los sistemas de riego de precisión basados en IOT hasta el uso de algoritmos de inteligencia artificial son unos claros ejemplos de aliados. Estas tecnologías ayudan a prever las necesidades hídricas y a optimizar la planificación de riego basándose en la multitud de variables que necesitan tenerse en cuenta, como son datos climáticos, tipos de suelo, características de cultivos, zonificación geográfica, etc.
Pero es crucial entender que la agrotecnología, por más avanzada que sea, no puede operar por sí sola. Requiere de una planificación territorial robusta y una gestión hídrica enfocada en la sostenibilidad. Los responsables de la toma de decisiones en este ámbito, ya sean gestores, técnicos o políticos, tienen un mandato crítico. Es imperativo que estos agentes comprendan en profundidad las ventajas de las herramientas tecnológicas actuales, y se comprometan con su uso y difusión para asegurar la prosperidad del territorio y la subsistencia de sus comunidades agrícolas.
La alianza entre productores y gestores hídricos es clave para garantizar una agricultura resiliente y sostenible. Es esencial que haya un flujo continuo y preciso de información sobre la disponibilidad y estado del agua, para que cada decisión agrícola se tome con una visión clara y estratégica. Sin embargo, como hemos observado en episodios como el de este 2023 en el Canal d’Urgell en Catalunya, el descuido, la falta de transparencia o una comunicación defectuosa pueden llevar a crisis que ponen en jaque a explotaciones agrícolas con décadas o incluso siglos de historia.
El camino hacia una agricultura sostenible del futuro está necesitado del apoyo de la digitalización, la innovación y, sobre todo, la colaboración entre los diferentes actores. Es un esfuerzo colectivo y coordinado donde cada actor, desde el productor hasta el planificador en el despacho, tiene un papel insustituible. Mientras las herramientas agrotecnológicas nos brindan soluciones poderosas, es la sinergia entre todos los involucrados y la voluntad mutua de adaptarse y aprender lo que finalmente determinará la viabilidad de nuestro sector agroalimentario.