Los gobiernos de todos los países que han acudido a Glasgow han puesto sobre la mesa la necesidad de actuar con el ejemplo, pero se han olvidado que han llegado en jets privados, que se han alojado en hoteles de cinco estrellas y que sus menús han sido todo, menos sostenibles.
Un jet privado consume más de 1.000 litros de combustible aéreo por hora, la huella de carbono que han dejado todos los líderes mundiales y sus delegaciones puede haber marcado un máximo histórico, hay que sumar a estos transportes tan exclusivos, los aviones de carga con helicópteros y vehículos de la caravana que protegía a los presidentes y mandatarios.
FlightRadar24, una app que rastrea el tráfico aéreo, y que se ha usado frecuentemente por los internautas para conocer los movimientos aéreos de los gobiernos, ha informado de cerca de 200 vuelos privados de jets.
En los últimos meses el avión está en el centro de todas las miradas. Su alta contaminación está siendo analizada para ver si se puede legislar y prohibir para las distancias donde otros transportes menos contaminantes, son más eficientes.
Los vuelos producen gases de efecto invernadero -principalmente dióxido de carbono (CO2)- con la quema de combustibles. Estos gases contribuyen al calentamiento global.
Se sabe que las emisiones por kilómetro de viajes aéreos son mucho peores que las de cualquier otra forma de transporte y los especialistas consideran que cada uno de estos jets pueden haber emitido entre 7 y 14 toneladas de CO2, aunque al ser emitidas a grandes alturas, los mismos profesionales multiplican por dos su efecto contaminante, situando la cifra en cerca de 30 toneladas de CO2, sin embargo, si nuestros líderes mundiales hubieran optado por un vuelo comercial de Roma a Glasgow, sus emisiones hubieran sido de un cuarto de tonelada cada uno, una cantidad muy inferior y sostenible.