En un rincón del mundo donde la vitalidad del agua dulce se convierte en un tesoro preciado, Tenerife lucha por satisfacer su sed con soluciones innovadoras. Sin embargo, detrás de la reluciente fachada de las desaladoras de la isla, se oculta un dilema silencioso y urgente. Es triste observar que las desaladoras de Tenerife, destinadas a aliviar la escasez de agua, están desencadenando una alta cantidad de emisiones de efecto invernadero.
Convertir el agua salada en dulce no es un proceso sencillo ni económico en términos energéticos. La ósmosis inversa, vital para este proceso, es muy costosa en estos términos. En un intento por garantizar un suministro suficiente de agua dulce para los residentes y las actividades económicas, Tenerife extrae alrededor de 100.000 metros cúbicos de agua al día de sus desaladoras. A pesar de este esfuerzo, la eficiencia de estas instalaciones apenas alcanza el 45%, lo que significa que se debe tratar al menos 220.000 metros cúbicos de agua salada cada día para obtener el preciado líquido vital.
Pero aquí es donde la situación se vuelve aún más preocupante. Cada metro cúbico de agua dulce obtenido requiere un consumo eléctrico de 2,74 kWh, lo que resulta en un asombroso total de aproximadamente 274 MWh diarios, lo equivalente al consumo total de 75 viviendas durante un mes completo. Esta cifra no solo habla de la magnitud del esfuerzo necesario para abordar la escasez de agua en la isla, sino también del gran costo ambiental que esto implica. Con un panorama en el que solo el 20% de la energía total de Canarias proviene de fuentes renovables, no podemos ignorar el hecho de que nuestras acciones están dejando una huella profunda en el planeta que todos compartimos.
La clave para resolver este conflicto no solo se encuentra en mejorar la eficiencia de los procesos de desalinización, sino en un enfoque audaz y esencial: la expansión de las fuentes de energía renovable. EAVE aboga por un cambio inminente hacia la utilización de energía solar, específicamente, para satisfacer la intensa demanda energética de la desalinización. La irradiación solar en las Islas Canarias es abundante y constante, lo que la convierte en la baza ideal para luchar contra este problema. Imaginemos un futuro en el que las estaciones de desalinización sean prácticamente autosuficientes, impulsadas por la energía del sol que calienta nuestras aguas y nos ilumina. No podemos permitir que la necesidad de agua fresca para las generaciones presentes y futuras esté en conflicto con la salud y sostenibilidad del entorno que llamamos hogar.
Cada día, Tenerife lucha por mantener su sed de agua a raya, pero no podemos permitir que esta lucha provoque un desequilibrio aún mayor en el ecosistema global. Es hora de que abracemos el poder de la energía renovable, especialmente la solar, y pongamos fin a la dependencia de fuentes de energía que deterioran nuestro clima. Juntos, podemos hacer que el proceso de desalación sea más eficiente y sostenible, garantizando así un futuro donde el agua dulce fluye en armonía con el planeta. EAVE se compromete a liderar este cambio, demostrando que es posible transformar el agua sin ahogar nuestro hogar común.
Esta semana nos brinda la oportunidad de considerar cómo nuestras acciones cotidianas, como satisfacer nuestra sed, pueden tener un impacto significativo en el entorno que compartimos. Al observar el proceso intensivo en energía y las emisiones de efecto invernadero generadas por las desaladoras, nos enfrentamos a un llamado a la acción. En lugar de ser un problema aislado, este desafío se convierte en una piedra angular de nuestra responsabilidad hacia el medio ambiente y las generaciones futuras. En este contexto, la integración de la energía solar como una solución sostenible adquiere un nuevo significado, marcando un paso audaz hacia un futuro en el que el agua y la energía se unan en un equilibrio armonioso.
Texto: EAVE