Acabar con el hambre en el mundo no será posible en 2030, si se mantienen las políticas actuales, según ha advertido la FAO en su informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020”
Casi un 9% de la población mundial, 690 millones de personas, padecen hambre y han aumentado en cerca de 60 millones de personas en los últimos cinco años, lo que nos aleja de poder alcanzar “hambre cero” en 2030, tal y como reflejan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030.
El ODS 2 es “poner fin al hambre”, y su primera meta es alcanzar ese propósito en 2030, así como “asegurar el acceso de todas las personas, en particular los pobres y las personas en situaciones vulnerables, incluidos los lactantes, a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año”.
La meta 2.2. prevé “poner fin a todas las formas de malnutrición, incluso logrando, a más tardar en 2025, las metas sobre el retraso del crecimiento y la emaciación de los niños menores de cinco años, y abordar las necesidades de nutrición de las adolescentes, las mujeres embarazadas y lactantes y las personas de edad”.
Pero la realidad es que para 2030, serán más de 800 millones de personas las que padecerán hambre en la tierra, una de cada 10 personas en el mundo, desde África del Norte, África subsahariana, Asia, América Latina hasta el Caribe.
Por ello, la FAO pide a todos los países “actuar con urgencia” para revertir las tendencias de los años recientes, comenzando por invertir en el aumento y la diversificación de la productividad agrícola sensible a la nutrición.
Es necesario fomentar la agricultura urbana y periurbana, evitar los impuestos a los alimentos nutritivos, invertir en investigación, innovación y extensión, y formular políticas e invertir en cadenas de valor que tengan en cuenta la nutrición.
También pide políticas e inversiones para reducir las pérdidas de alimentos, en la comercialización que tome en cuenta intereses de productores y consumidores, y en carreteras, transporte e infraestructura de mercado para los alimentos.
Finalmente se recomiendan políticas que fomenten la asequibilidad de dietas saludables, con reducción de la pobreza y la desigualdad de ingresos, planes como transferencia de efectivo a los más pobres y vulnerables, y mantenimiento de los programas de alimentación escolar.