El país galo encabeza la lucha por forzar que la Comisión Europea considere la energía nuclear y el gas natural como fuentes energéticas sostenibles.
Este hecho viene motivado por el número de centrales que Francia tiene en su territorio, la tradicional importancia que le da a una independencia energética, los gobiernos favorables al gas del este y del sur de Europa. Y por otro lado, del imparable rally del precio de la electricidad que están sufriendo los estados de la UE.
Aunque España se opone a esta medida, será más el peso de Alemania el que detenga con mayor o menor éxito el texto de Bruselas, todavía en fase de borrador, y que de ser aprobado, fomentaría la inversión en sectores energéticos muy contaminantes, pero considerados ambientalmente sostenibles a efectos de contribuir a la reducción de CO2, metano y otros gases causantes del cambio climático.
Lo que parece un paso atrás en la política medioambiental defendida hasta el momento por la Unión Europea, y que quizás España debería de haber apoyado con más fuerza gracias a la capacidad de energía solar que podría haber instalado en los últimos años, de cara a lograr la descarbonización de la economía en 2050, para muchos profesionales, «Francia ha estado haciendo su trabajo mientras España quizás estaba más pendiente de las puertas giratorias que de ser el corazón solar de Europa«
El Ejecutivo austríaco y los socialdemócratas alemanes reaccionaron también de forma contundente a la noticia. Austria ha amenazado incluso con adoptar medidas legales contra la iniciativa de Bruselas y con llevar el conflicto ante la propia justicia europea, aunque su escaso peso político, como el de España, posiblemente no hagan que la balanza se mueva.
Aunque la propuesta condiciona la etiqueta verde tanto en la energía nuclear como en el gas natural a que los países que albergan las centrales puedan eliminar los residuos de forma segura y no causen daño ecológico, la realidad es que los grupos verdes consideran que eso es «imposible de garantizar ni de cumplir» por lo que se está promoviendo un etiquetado falso, igualando tecnologías sostenibles con otras contaminantes.
