Greenpeace expone el greenwashing de las grandes petroleras Europeas, incluida Repsol, en su nuevo Las Sucias Doce: el blanqueo en verde de 12 Petroleras Europeas. El informe revela que, aunque la mayoría de estas compañías se han comprometido a alcanzar cero emisiones netas en 2050, lo que están haciendo en realidad es ocultar sus inversiones en energías sucias, escondiéndolas debajo de la alfombra de sus informes y disimulándolas con sus anuncios grandilocuentes. Estas empresas carecen de estrategias creíbles para cumplir sus promesas de producir energía limpia y sostenible y de alcanzar emisiones cero en 2050.
Estas prácticas se producen en un contexto de emergencia climática sin precedentes, con los años 2022 y 2023 acumulando récords de temperaturas y fenómenos climáticos extremos, como las olas de calor, los incendios forestales, sequías e inundaciones. Estos fenómenos ya están causando miles de muertes cada año y pérdidas de millones de euros a familias y explotaciones agrícolas. Todavía es necesario recalcar que la principal causa de esta exacerbación de los efectos del cambio climático son las emisiones producidas por los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que suponen el principal negocio de las empresas incluidas en el estudio. A ello se suma la guerra en Ucrania y la desorbitada subida de los precios del petróleo y el gas, que han contribuido a un enorme incremento de los beneficios en 2022 de dichas compañías. Beneficios que, en vez de utilizarse para cambiar el rumbo de sus negocios hacia prácticas más sostenibles, han aumentado los dividendos de sus accionistas, y sus inversiones en combustibles fósiles.
Repsol líder de emisiones en España
España es un país donde los episodios de calor intenso, las sequías y los grandes incendios han hecho aún más patente que nunca que nuestro país se calienta a un ritmo más rápido que la media mundial a causa del cambio climático. En este contexto encontramos que Repsol volvió a ser en 2022, un año más, líder en emisiones en todo el Estado, con un aumento de las mismas de un 16% y un incremento de sus beneficios de un 70% en relación al año anterior.
A diferencia de lo que la compañía nos quiere hacer ver con su publicidad engañosa, estos beneficios no están contribuyendo a un cambio real de su negocio: sólo un 0,82% de su producción de energía en 2022 tuvo origen renovable. El restante 99,18% corresponde a la producción con petróleo y gas.
Además, aunque Repsol fue la primera de entre estas petroleras en anunciar en 2019 su compromiso de cero emisiones netas en 2050, hasta el 82% de sus inversiones en 2022 se destinaron a reforzar su negocio fósil tradicional. Repsol sigue orientada al crecimiento de su modelo de negocio (gas y petróleo). Su inversión en proyectos de extracción y refino de combustibles fósiles rebasa con creces los muy modestos resultados positivos obtenidos con sus inversiones en soluciones con bajas emisiones de carbono. Si, además, sus supuestas soluciones (como los biocombustibles) son en realidad una fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, la ruta hacia la descarbonización de Repsol carece de verosimilitud alguna.
En un momento en el que la petrolera ha llenado la caja y cobrado músculo financiero, toma decisiones de inversión multimillonarias (3.000 millones de euros) extremadamente equivocadas que suponen una irresponsable vuelta de tuerca al aumento de emisiones y al desastre climático. Esta incoherencia se hace patente también en la falta de una estrategia creíble en sus planes para los próximos años.
Pedro Zorrilla, portavoz de la Campaña de Combustibles Fósiles y Cambio Climático de Greenpeace afirma que “Los beneficios milmillonarios de las petroleras no pueden seguir traduciéndose en más crisis climática, en daños a la salud y al bolsillo de las personas. Estas empresas siguen intentando engañar con promesas falsas de descarbonización, cuando la realidad muestra que no están cambiando el modelo de negocio. Frente a tanta irresponsabilidad, es necesario que los Gobiernos dejen de subsidiar a estas empresas y promuevan una regulación firme para reducir a más de la mitad las emisiones en 2030 y llegar a una descarbonización total en 2040″.
Europa, lejos de la descarbonización
En el conjunto de las compañías europeas analizadas por el informe, sólo un 0,3% de la producción de energía fue electricidad de origen renovable. Además sólo el 7,3% de sus inversiones (6.570 millones de euros) pueden considerarse realmente bajas en carbono (incluyendo energías como la solar, eólica, geotérmica hidráulica, el hidrógeno verde y otros gases verdes), mientras el 92,7% de las inversiones (81.520 millones de euros) siguen centrándose en extraer más petróleo y gas fósil y nos anclan dramáticamente a un futuro de mayor emergencia climática y riesgos financieros.
El informe también muestra claramente que estas empresas priorizan soluciones falsas, que no rebajan realmente el uso de combustibles fósiles, como los mal llamados biocombustibles (que incrementan la deforestación), el almacenamiento y captura de carbono o la compensación de emisiones de carbono. Esta solución no es tal, pues con ella se continúa e incluso se incrementa el ritmo de producción de petróleo y gas hasta 2030 y lo prolonga hasta al menos 2050.
La regulación de la industria fósil, clave en la lucha contra la emergencia climática
Como este informe demuestra, las empresas de petróleo y gas mienten, y por sí mismas no van querer cambiar su modelo de negocio para dejar de contaminar nuestro planeta. Por todas estas razones, Greenpeace pide a los Gobiernos europeos que regulen estrictamente la industria de los combustibles fósiles. Esta regulación debe incluir la inversión obligatoria de estas empresas en infraestructuras genuinamente verdes, un plan para evitar inversiones en “activos varados” (infraestructura “inservible” bajo el régimen del Acuerdo de París), el pago de impuestos permanentes por beneficios caídos del cielo, la prohibición de toda publicidad y del greenwashing, así como reglas más estrictas de reporte y diligencia debida de cualquier vulneración de derechos humanos en terceros países.
Los Gobiernos deben también acordar una hoja de ruta detallada para eliminar progresivamente el petróleo, el gas y el carbón en toda Europa, empezando por medidas para desplazar su uso en sectores muy contaminantes como el transporte (que representa dos tercios del consumo de petróleo en la UE). Por último, les pedimos que exijan responsabilidades a las empresas de combustibles fósiles para que paguen por sus crímenes contra las personas y la naturaleza que llevan realizando desde hace décadas.