Cuando un banco quiere posicionarse frente al gran público hay muchas formas, desde el mundo de los deportes al del motor, pero no todas mantienen la misma apuesta por la sostenibilidad.
Un ejemplo es el Banco Santander, que desde el época de Botín ya patrocinaba una escudería, aunque en aquellos años, quizás la sostenibilidad se limitaba a llevar a grandes cortadores de Jamón Ibérico como Florencio Sanchidrián por los mejores circuitos del mundo.
Ahora la sostenibilidad es entender que no podemos consumir los escasos residuos de nuestro planeta, sin límite ni control y el anuncio del Banco Santander como patrocinador de Ferrari, vuelve a poner a este banco en la mira de los principales inversores.
Como dice Cipri Quintas hay que ser parte de la solución y no del problema, y la Fórmula 1, por mucho que levante pasiones, es posiblemente uno de los deportes de competición más contaminantes de la historia.
Son muchas las empresas que no quieren saber nada de este deporte, quizás en el pasado era por los costes asociados, pero ahora es por la imagen de consumo y frenesí que lleva asociada, donde hasta los pilotos han de pagar con patrocinadores, para poderse sentar ante uno de sus volantes, una imagen que no quieren proyectar estas marcas hacía sus consumidores.
La entidad financiera tan roja como la escudería que patrocina, habla de sus objetivos verdes, pero quizás los cientos de caballos de alto octanaje que llevan los motores de sus coches, camiones, jets le apasionan más a sus seguidores más entrados en años, pero no a las nuevas generaciones que luchan por ver electrones en sus ciudades, y menos petroleras.
Ciertamente, los logros de la Fórmula 1 a nivel tecnológico en pro de la sostenibilidad son descomunales, pero estando ya en el circuito de carreras la Fórmula E, que sentido tiene seguir apoyando y patrocinando viejos sistemas de movilidad, que están anclados al pasado.