Más de 820 millones de personas viven con hambre crónica, pero el mundo produce los alimentos suficientes para dar de comer a la población mundial. Se estima que 785 millones de personas no tienen acceso al agua potable, pero existen herramientas para proporcionar agua limpia a todos los hogares. Cientos de millones de niños no pueden ir a la escuela, sin embargo, las inversiones directas podrían permitir que cada niño completase su educación primaria y secundaria.
Existen movimientos como Global Citizen que están luchando para que los gobiernos inviertan 350.000 millones de dólares para ayudar a los 59 países más pobres del mundo y poder alcanzar los Objetivos Globales de las Naciones Unidas para 2030.
Esta inversión transformaría las condiciones de vida de miles de millones de personas, permitiendo que más de 1.700 millones de ciudadanos de los 59 países más pobres tengan acceso a alimentos nutritivos, agua limpia, atención médica, entornos sostenibles, oportunidades de trabajo y mucho más.
El objetivo de esta inversión requiere una transformación completa de la ayuda externa, el gasto interno, la inversión corporativa y la filantropía, pero no es inalcanzable. De hecho para Global Citizen hay una hoja de ruta clara para lograr ese objetivo.
El camino a seguir
En primer lugar, la ayuda externa y la asistencia para el desarrollo en el extranjero pueden aumentarse y hacerse más eficientes. En este momento, solo el 26% de la ayuda externa se destina a los 59 países más pobres, a pesar de que requieren la mayor asistencia.
Al mismo tiempo, muchos de los países más ricos del mundo no están cumpliendo con los compromisos de ayuda exterior contraídos por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos.
Al pedir a estos países que reasignen los fondos existentes y aumenten sus presupuestos de ayuda exterior al promedio actual de la OCDE, se podrían desbloquear aproximadamente 70.000 millones de dólares. Si se suma una inversión extra de un 4% en áreas relevantes, se podrían generar otros 100.000 millones.
El sector privado también tiene un papel importante que desempeñar, y el potencial del retorno de la inversión es significativo. Las empresas pueden reformar sus cadenas de suministro para apoyar industrias éticas y sostenibles, lo que garantizaría la viabilidad a largo plazo en la era del cambio climático. También pueden invertir en capital humano, invirtiendo en centros de salud y escuelas, por ejemplo, para crear sociedades sólidas en las que las empresas puedan reclutar talento y expandir los mercados. Estas medidas podrían desbloquear otros 70.000 millones.
Finalmente, las personas más ricas del mundo serán quienes puedan suministrar los fondos restantes. En el mundo hay 2.150 multimillonarios. Si cada uno donara solo el 1% de su riqueza a esta campaña anualmente, se recaudarían 100.000 millones adicionales.
Estos fondos actuarían sobre tres áreas clave: igualdad de género, capital humano y economía sostenible.
Las mujeres y las niñas representan la mitad de la población mundial, pero su potencial está limitado sistemáticamente por leyes sexistas y normas culturales. La campaña se centrará particularmente en asegurar compromisos para el cuidado de la salud y el empoderamiento económico de las mujeres.
El Banco Mundial presentó recientemente su nuevo marco para el desarrollo global: el Índice de Capital Humano. El ICH argumenta que invertir en el bienestar humano (derechos como la atención médica, el agua potable y la educación) es la mejor manera de garantizar el éxito económico a largo plazo, porque el trabajo humano es la base de cualquier sociedad próspera.
Mientras tanto, desarrollar economías sostenibles es esencial en la lucha contra el cambio climático y, si no se aborda, esto podría costarles a los países mucho más que el precio de los Objetivos Globales.
